DE ESTO NO SE HABLA
DATOS RECIENTES EN RELACIÓN AL SUICIDIO EN URUGUAY
El suicidio es la principal causa de muerte violenta en Uruguay, superando significativamente a accidentes de tránsito y homicidios. En nuestro país el suicidio triplica las muertes por homicidios y es la primera causa de muerte en varones entre 15 y 29 años.
Cada suicidio impacta a una red invisible, creando una comunidad que no sabe cómo mirarse, cómo hablarse, cómo sostenerse. A pesar de la contundencia de las cifras, es un tema que permanece silenciado en la esfera pública y en las conversaciones cotidianas.
Este "no se habla" tiene profundas raíces en diversas causas históricas que infunden miedo, dolor y estigma social a familiares y allegadxs y deja a miles de personas afectadas en un estado de aislamiento y desorientación.
DATOS HISTÓRICOS EN RELACIÓN AL SUICIDIO
La tradición judeocristiana históricamente consideró el suicidio como un pecado grave. El suicidio fue condenado filosófica y teológicamente. Como consecuencia, durante siglos, y hasta el siglo XIX, a quien se suicidaba se le negaba la sepultura en cementerios cristianos, era apartado, mutilado, quemado y enterrado en cruces de caminos para que su alma al salir del cuerpo quedara desorientada, dejando a familias estigmatizadas social y legalmente.
En algunos países de Europa, aquella persona que intentaba suicidarse y no lo lograba, era encarcelada o condenada a muerte. En España, la Inquisición perseguía a los suicidas como culpables de "desesperación espiritual".
En Irlanda, recién en 1993 se despenalizó el suicidio, tras siglos de influencia católica. El último entierro en caminos rurales data de los años 60. En Chile, hasta el año 2001, el suicidio era considerado delito en el Código Penal.
En muchos países occidentales, hasta el siglo XIX el suicidio fue tipificado como delito (como un homicidio de uno mismo), con consecuencias patrimoniales para la familia: pérdida de bienes a favor de la corona o el estado. Esto reforzó el silencio familiar para ocultar la causa de la muerte y proteger el patrimonio.
Por otro lado, existe un temor fundado en la psicología y la sociología (el "efecto Werther") de que hablar abiertamente sobre el tema, especialmente de manera sensacionalista o romantizada, pueda incitar a personas vulnerables a imitar la conducta. El "efecto Werther" se consolidó como concepto científico en la década de 1970, cuando el sociólogo David Phillips demostró cómo la cobertura mediática de suicidios elevaba las tasas posteriores.
La Organización Mundial de la Salud formalizó estas alertas en sus guías de prevención (2000-2019), estableciendo que el tratamiento sensacionalista o detallado del suicidio en medios incrementa hasta en un 10% el riesgo en poblaciones vulnerables.
Esto ha llevado a un silencio preventivo, que por desconocimiento o falta de interés de los medios de comunicación deja al tema poco cubierto.
PROYECTOS A PARTIR DE LOS CUALES SURGE LA INVESTIGACIÓN
DE ESTO NO SE HABLA aborda el suicidio desde la perspectiva de lxs supervivientes, poniendo el cuerpo para trascender la historia personal a través del arte, visibilizar el tema y aportar a construir una red que reúna a la gran cantidad de personas afectadas en Uruguay.
Durante 2024 Agustina trabajó el suicidio de su padre a partir de una performance en la que sale de una caja de chapa offset, símbolo de la estructura que se quiebra tras un evento traumático, y de la necesidad de abrir nuevos caminos para reencontrar un latir saludable. El proyecto incluyó entrevistas a supervivientes*, con quienes dialogó para identificar experiencias comunes, claves de reconstrucción personal y necesidades de este colectivo, destacando cómo el duelo compartido aporta a transformar el dolor fragmentado en un proceso de reconstrucción colectiva, aliviando la culpa y devolviendo humanidad.
Este proceso se sostuvo gracias a la formación en Desarrollo Psicocorporal (Sistema Río Abierto) que comenzó Agustina en 2023 y le permitió abrir un duelo silenciado durante casi 20 años.
DE ESTO NO SE HABLA se exhibió en Montevideo (Pensión Milán y La Hoguera) y Madrid (Galería Nueva Cacharambel). En su última presentación, la performance se realizó en dupla con una superviviente participante, anticipando una nueva etapa colaborativa.
En paralelo, el proyecto KINTSUGI, LO QUE VENIMOS A HACER se materializó en talleres de creación colectiva que tomaron el movimiento corporal como eje central. Partiendo de la filosofía del kintsugi —técnica japonesa que repara lo quebrado con oro—, estos espacios buscaron transformar el dolor en fuerza creadora y belleza a través del arte. KINTSUGI, LO QUE VENIMOS A HACER es una creación de Agustina junto a Ana Belén Pitarch, pedagoga española, superviviente y especialista en el tema.
Tanto DE ESTO NO SE HABLA como KINTSUGI, LO QUE VENIMOS A HACER surgen de vivencias biográficas que coinciden con una problemática social, evidenciada por las contundentes estadísticas sobre suicidio en Uruguay. Su expansión sirve como aporte a la comunidad para colectivizar, trabajar, reflexionar y visibilizar el tema, aportando nuevas miradas para subsanar el silencio que lo ha rodeado durante siglos.
Permitir que el cuerpo mueva los bloqueos cargados tras un suicidio cercano ha sido revelador; compartirlo, aún más. Expandir este proceso se convierte, así, en un gesto natural y necesario, trascender lo individual para convertirlo en un acto colectivo de reparación y resiliencia con valor artístico.
*Término acuñado por el psicólogo E. Shneidman, para reconocer a quienes les toca vivir este complejo duelo.
POR QUÉ HABLAR DE LO QUE NO SE HABLA
Cuando un tema profundamente humano como el suicidio se encierra en el silencio, se convierte en una herida social que no cicatriza. El tabú no solo impide hablar; bloquea la elaboración del duelo, ahonda la culpa y alimenta la desesperanza.
Este silencio resulta especialmente devastador para lxs supervivientes —familiares, amigxs y allegadxs—, que cargan con una doble herida: la pérdida desgarradora y la obligación de callar. Así, el duelo se transforma en un proceso solitario donde la sociedad no acompaña, sino que desvía la mirada, congelando el dolor y dificultando cualquier posibilidad de elaboración. Cuando una sociedad entierra un tema en el silencio, el dolor se fragmenta, se enquista y se vive en soledad.
Hablar del suicidio con responsabilidad y sensibilidad es un acto de prevención y de justicia. Al nombrarlo, se desarma el estigma que lo rodea, se lo reconoce como un problema de salud pública, multicausal y prevenible. Esto permite que las personas en riesgo o sus familiares puedan pedir ayuda sin miedo al juicio, y que la sociedad desarrolle herramientas colectivas de acompañamiento.
Cuando las palabras han sido históricamente silenciadas, el cuerpo emerge como un territorio de verdad y memoria. Poner el cuerpo en clave artística trasciende lo expresivo; es un acto político y reparador. Frente al vacío de palabras, el gesto, el movimiento y el sonido devienen en lenguajes alternativos capaces de nombrar lo innombrable. La performance permite que el dolor no verbalizado encuentre una vía de salida simbólica, corporizándose en un acto compartido de presencia y resistencia.
Ampliar esta práctica significa devolver al cuerpo su capacidad de testimonio, no para reemplazar la palabra, sino para complementarla cuando el tema desborda el lenguaje racional. Así, el arte tiende puentes entre lo individual y lo colectivo. Cada gesto, cada ritmo compartido, se convierte en un testimonio ritual que afirma: "Esto pasó. Duele. Y no estamos solos".
Proyectos como "DE ESTO NO SE HABLA X25" encarnan esta ruptura del silencio a través del arte. La performance transforma e dolor en un lenguaje simbólico compartido, donde el cuerpo y el sonido expresan lo que las palabras no logran capturar. Así, lo que era un secreto cargado de soledad se vuelve un acto público de reparación colectiva. Se trata de tejer, entre todes, una red de contención que impida nuevas caídas al vacío y asegure que ningún superviviente transite su duelo en la oscuridad del silencio.
Al expresar lo indecible a través del símbolo, el cuerpo prepara el terreno para desbloquear lo no dicho. La experiencia compartida crea un terreno común de entendimiento donde las historias, liberadas del peso de la culpa, encuentran por fin su voz. La performance no sustituye el diálogo: lo habilita.